sábado, 25 de diciembre de 2010

Misa del Gallo en San Andrés

                 Apenas tendría siete u ocho años y ya llevaba dos de monaguillo junto con dos de mis  hermanos  más mayores , Rafaél y Andrés, al que todos los chiquillos, incluso en mi casa, llamábamos “Panchín”. El ser monaguillo casi era una tradición en mi familia, porque todos los hijos varones, empezando por el mayor Antonio, fueron monaguillos y  a medida que se iban haciendo grandes, eran sustituidos por el siguiente de menor edad y así, hasta que me llegó el turno al ser el más pequeño.
                 En aquellos años(1948-49) Rafaél y Panchín ayudaban en las misas dominicales habitualmente y cuando eran misas más solemnes o actos religiosos como  procesiones, entierros u otras actividades que se requería la presencia de tres monaguillos, entonces participaba yo completando el trío, dando la casualidad que, por proximidad de edades, coincidimos los tres hermanos durante los años que vivimos en San Andrés.
                 Por mi corta edad y por no participar en las misas con frecuencia, los movimientos rituales de la ceremonia no los dominaba y eran mis hermanos, los que me iban diciendo las diferentes posiciones que debía  hacer  mientras no los aprendiera. Yo no les quitaba la vista de encima  esperando sus señales o para imitar sus gestos de levantarse, arrodillarse, sujetar los bordes de la casulla en el momento de la consagración , cambiar de posición el misal a los lados del altar etc., según como  iba requiriendo el ceremonial de la misa. Sin embargo  las oraciones y respuestas a las del sacerdote oficiante, si que las sabia y entonces eran ….. ¡en latín!  Así al empezar , el cura decía : - “Introibo ad altare  Dei”—y contestábamos nosotros –“ Ad Deum qui laetificat juventutem meam”…..--- etc., etc., y así toda la misa. Por entonces, todas la oraciones de todos los actos religiosos se decían en latín cosa que me sirvió años después cuando hice  el bachillerato,  porque, de alguna manera, ya estaba, más o menos, familiarizado con el idioma.
                  En San Andrés, como en todas las ciudades y pueblos de España, cuando llega la Navidad se celebraba la Misa del Gallo para conmemorar el nacimiento del Hijo de Dios. La misa,  en mis vagos recuerdos infantiles, no tenía ningún hecho destacable al resto de misas domingueras, salvo que en esta ocasión, se celebraba a las doce de la noche y después de terminada, se hacia un “besa pies” a una imagen del Niño  recién nacido y todo el mundo a la puerta de la iglesia, se deseaban felices fiestas y a su casa,…. o a celebrarla visitando las casas de los vecinos y amigos  donde se cantaban villancicos y se bebía anís ,coñac y algún que otro licor, con roscos y pastas que se hacían en las casas, pero en general, salvo excepciones, poca cosa, porque los tiempos eran muy difíciles y los medios muy escasos.
                Quien daba el ambiente más navideño, era la rondalla, que salía por las calles cantando “Lo Divino”, haciendo  frecuentes  paradas delante de las casa de las autoridades, amigos y gentes mas “importantes” del pueblo donde se les obsequiaban con el clásico anís, coñac y los roscos y tortas que cada cual tenía en su casa. Los turrones, la mayoría de las veces,  brillaban por su ausencia.
               Un par de meses antes de llegar las fiestas navideñas, uno o dos días al a semana, la rondalla se reunían para ensayar. Entonces la dirigía Aquilino y era el cantante principal Gregorio “el Gofio”, ensayaban en  el local de “La Sociedad” que estaba en la muralla casi detrás de mi casa  ”. y en el silencio de la noche, se oían los cantos y música de los ensayos. En más de una ocasión asistí a dichos ensayos porque en el coro, cantaban mis hermanas Carmen, Manola y Fina y mi hermano Rafaél , que todos lo conocían por “Falito” tocaba la guitarra.
                 Aquél año, además de los conocidos villancicos de  “Lo Divino”, EL Chiquirritín”, etc., tocados con el especial estilo y la suave cadencia en el canto  que imprimía y hacia diferente a la  rondalla de San Andrés, se ensayaba un nuevo villancico totalmente diferente. Tenía  este villancico una preciosa variante, dos tonalidades en las  voces que hacían dos  solistas distintas, cantando unas estrofas, una, en un tono más alto y la otra, en tono más grave, que luego repetían el resto de voces que componían el coro a  las  que se unían las  masculinas de los tocadores.
                  Aquella Nochebuena del año 1949, la Misa del Gallo en San Andrés iba a tener una importante novedad que marcaria un antes y un después  en la celebración de la Misa.
                  Como era costumbre tradicional, en Nochebuena todas las familias se reunian alrededor de la mesa donde ,cada cual, según sus medios, servían una cena especial para la que se había estado todo el día y algunos anteriores ,preparando lo que en esa noche, tan importante y trascendental, iba a ser el “gran banquete” del año. Gran banquete, donde el plato principal consistía  en el mejor pollo que se había criado  especialmente para ese día, o  un “baifito” para hacerlo en adobo  y esto ocurría en contadas  familias que se lo podían permitir, porque las escaseces eran muchas  y las pesetas bastante escasas.
                 Después de cenar, los postres y algún villancico acompañado por la guitarra de mi hermano y distintos instrumentos improvisados,  como la clásica botella de anís “el Mono”,  rascada con un tenedor , dos cucharas con la parte curva juntas y otra que las separaba a un ritmo acompasado a modo de castañuelas, una muy gastada pandereta y una pequeña zambomba de tradición peninsular , los tres hermanos  nos íbamos a la iglesia para hacer los preparativos para oficiar la misa que empezaba a las doce de la noche. A medida que  nos acercábamos a la iglesia, la plaza se iba animando con la concurrencia de la gente que asistiría a la misa y entre ellas, llamaba la atención, el que acudían componentes de la rondalla vistiendo los coloridos trajes típicos de “mago” cosa que, en celebraciones de años anteriores, no  recordaba que pasara.
                Mientras en la sacristía nos poníamos la sotana y “el roquete” blanco característico de  los acólitos y Rafael y Andrés llenaban vinajeras y ayudaban al sacerdote, que me parece se llamaba don  Ignasio, a ponerse la ropa para oficiar la misa; el alba, el cíngulo, la casulla, la estola, etc., la iglesia se iba llenando de feligreses, pero se notaba una cierta expectación diferente a otros años y hasta el mismo recinto, en la parte próxima al altar, antes de los dos o tres peldaños que daban acceso  a donde so oficiaba la ceremonia, ya estaba siendo ocupada por los componentes de la rondalla, colocándose alrededor del precioso altar de metal repujado plateado, con  su característico y personalísimo sagrario, dándole un aspecto nuevo lleno de  vistosidad  y alegría  al ya, de por sí, airoso altar que no hacía mucho, se había separado de la pared donde estaban las hornacinas del Santo Patrón y las laterales de Santa Lucía y creo que San Roque. Por tanto, entre la pared frontal y la posición actual del altar con su retablo metálico, quedaba un espacio de aproximadamente un metro  que, en este día, estaba ocupado por una escalinata de subida, una parada en medio y bajaba por el otro lado trasero del altar.
                 En la sacristía esperábamos  la hora para el comienzo de la misa y a los cinco minutos del tercer toque de campana salí de la sacristía seguido de mis hermanos y el sacerdote  hasta el altar para iniciar la Misa del Gallo.  Nada más  salir, los acordes del órgano tocado por las hábiles y sentidas manos de doña Chana ,que en el coro, junto a  las chicas que lo componían ,entre ellas mis hermanas, entonaban los Kiries de la misa de Angelis.   Así fue trascurriendo la ceremonia  acompañado de los sones del órgano y los cantos del coro y no sé en que momento de la ceremonia sucedió, que la rondalla  ¡de pronto!, comenzó a tocar el nuevo villancico que ese año estrenaban. A los acordes de las guitarras, bandurrias, timplillo, pandereta, y el alegre trino del “pajarito”( especie de pito con agua  que al soplar imita el alegre canto del autóctono pájaro canario), la preciosa  y bien timbrada voz de Mari Carmen, la hija de Juana ”la Lechera” que vivía en la calle La Cruz un poco mas abajo de Juana “La Muerte”,i niciaba la primera estrofa en un tono alto y vibrante:-- “ Y por las crestas de las montañas dulces pastores montan erguidos”--- Mientras cantaba, subía la escalinata comenzando por el lado izquierdo y al llegar a la parte alta frente a la hornacina del Santo que estaba cubierto por una cortina, se paraba unos segundos y comenzaba a  abrir un poco del velo y descendía la escalinata pasando al lado derecho, mientras la estrofa la repetía todo el grupo de la rondalla. Otra solista, no recuerdo quien era, con también bonita voz, en un tono mas grave y suave,  hacia el camino inverso, de derecha a izquierda con la misma parsimoniosa pauta, subiendo la escalinata al son de la melodiosa música del villancico  :--- “Luz en los valles, blancos corderos, hay regocijo en las cabañas “---- Haciendo parada ante la hornacina y abriendo un poco más el velo que lo cubría, al son de la repetición del coro de la rondalla. Volvia Mari Carmen con otra estrofa ; ---“Frutas y mieles de sus cabañas llevan al Niño  recién nacido”--- repitiendo todo el proceso anterior y dejando cada vez más al descubierto el misterio que escondía el velo de la hornacina. Nuevamente el coro repetía la estrofa . La otra cantante volvía con el estribillo---“Luz en los valles, blancos corderos……”---  abriendo un poco más la cortinilla con el fondo musical del estribillo repetido por toda la rondalla.
                     Todo el mundo estaba embelesado y sorprendido, a la vez que emocionado ante tanta belleza, tanto por la armonía del villancico, como de la puesta en escena de la ceremonia.-
                      Con la última estrofa ---“ Y los tomillos y los romeros  llenan de aroma nuestras montañas”--- y el último cruce de “las magas”,  con ---“Luz en los valles….”,se destapaba por completo el velo, dejando al descubierto un hermoso y bello Niño Jesús en un pesebre.  Mientras la rondalla,  solo los instrumentos, con el alegre trino del “canario”, en tono fuerte, vibrante y apoteósico remataba tan preciosa representación del  Nacimiento del Hijo de Dios mientras, a mucha gente, se le saltaban las lágrimas como en este momento, me ocurre a mí, al recordarlo.
                    No  hubo ningún aplauso porque en aquella época, dentro de los templos, era una falta de respeto, pero el acto se lo merecía con creces. La ceremonia acababa con el “besa pié” del Niño Jesús mientras la rondalla cantaba “lo Divino” ----“ Anuncia nuestro cantar que ha nacido, que ha nacido el Redentor ……,”----  “Una estrella peregrina con su clara y bella luz, a los Magos encamina y los lleva al buen Jesús”,----  ¡Ay! Del Chiquirritín  que ha nacido entre pajas….” Etc.
                 Todos estos villancicos de mi querido San Andrés, no han faltado ni un solo año de ser cantados en nuestra casa allá donde hemos estado, con el cariño y la nostalgia de  unos años, aunque difíciles, fueron  también muy felices.
                                 
                                        L. Torti              Nochebuena 2010

                 P. D.—Pido disculpas si he confundido algún nombre o alguna inconcreción en  el relato, pero  lo que narro ocurrió hace aproximadamente 62 años y yo tenía solo 8 escasos.