sábado, 19 de febrero de 2011

Los Foguetes

  Pongo en aviso a los posibles lectores, que esta anécdota que cuento a continuación, es bastante escatológica por si quieren abstenerse de leerla.  El incluirla en “mis recuerdos” es querer evocar una manera de pasar las fiestas de San Andrés desde el punto de vista de unos niños traviesos.


--  Introducción  ---

                                       Una de las cosas que más nos gustaba a los chiquillos durante las fiestas de San Andrés eran los “foguetes”, petardos y unos  papelitos que traían como una uña de pólvora con una costra exterior roja que lo rascabas en el suelo o una piedra y “chisporroteaba” como un cohete pero sin el riego de estos. Eran tan inofensivos, que cuando empezaban a “chisporrotear”, para que hiciera más efecto el ruido de una falsa explosión, lo metías entre  el hueco que hacías con las manos cerradas para amplificar el sonido mientras lo agitabas  y a pesar de tenerlo entre las manos, no te quemaba ni producía ningún daño. Los vendían en tiras y según tus posibilidades comprabas 5, 10 ….. etc.  Le dábamos un nombre especial, que no recuerdo, pero en la península le decían “mixtos cachondos”. Eran baratos comparados con el precio de los petardos, que nos gustaban más por lo contundente de su explosión y las posibilidades de asustar a las niñas, además de un uso bastante escatológico que nos divertía mucho.
                    La“cochinada” consistía en encontrar una cagada lo mas reciente  y grande posible  donde, el propietario del petardo, tenía el privilegio de introducirlo  lo más hondo que se pudiera, teniendo en cuenta dejar la mecha lo suficientemente fuera, para `poder prenderle fuego sin mancharte y te diera tiempo de salir corriendo para que no te alcanzase la “jedionda metralla.” Cuando ya había explosionado, mirábamos que grado de expansión había  y hasta qué punto la mierda había desaparecido de su sitio, discutiendo si lo habías  puesto bien  y el éxito de la explosión. De acuerdo que era una cochinada, pero para nosotros eran una gran diversión sobre todo si le salpicaba a alguien.


 --- La Anécdota  ---

                                                                                                                                                                                                 Foto cedida: Jonay  De  Vera  Morales

                     Iba a tocar la campana para dar el segundo toque  de llamada para iniciar la solemne Misa del día del Patrón. Para acceder al campanario, tenias que pasar por el baptisterio. A la derecha, había una puerta que daba a un patio bastante desatendido con yerbajos, piedras y restos de cosas que tiraban a través de la calle. En medio del patio pero cercano a la escalera desvencijada que subía al campanario donde te jugabas una pierna para subir y  otra para bajar, colocaban unos caballetes que soportaban unas maderas donde iban colocados unas filas de cohetes “voladores” para, cuando saliera y entrara la procesión, hacerlos explosionar a modo de traca. Al bajar del campanario y acercarme a ver los cohetes,  aproveché y cogí  dos o tres, uno de cada fila para que no se notara, le rompí la caña y me los guardé en el bolsillo del pantalón y como ya llevaba la sotana puesta, aunque sin el roquete blanco, los disimulaba perfectamente.
                             Salí a la calle al encuentro de los amigos que estaban por allí y  les enseñé los cohetes que había cogido y todos entusiasmados,  nos fuimos al lado de la sacristía,  a una casa que estaba derruida al principio de la calle  La Sombra  haciendo esquina  con la cuesta  que subía a la carretera de Taganana.  Miramos por el interior de la casa  buscando una  buena “majada” y…. efectivamente ,¡¡ allí estaba !! ¡Era perfecta!, grande  y en un estado idóneo  para nuestras intenciones.. Como yo era el propietario del hermoso cohete, según la costumbre, tenía el privilegio de hacerla explotar. Seguí todo el proceso de preparativos   y cuando estaba listo para pegarle fuego,  todos los amigos se protegieron detrás de una de las paredes semiderruidas. Mientras, yo intentaba, con el tercer fósforo, encender la mecha del cohete sin conseguirlo, por querer salir corriendo antes de tiempo. ¡Por fin,! Conseguí prender la mecha y a los primeros chispazos, salí corriendo a protegerme detrás de la pared. La alcancé justo en el mismo momento que se oyó un estruendoso ¡¡¡PUUUUUMMMM!!!... Alborozados y  felices por la fuerte explosión, nos acercamos a ver el resultado y el éxito fue total, en el lugar donde coloqué el “foguete” estaba prácticamente limpio, solo pequeñas salpicaduras aquí y allá, sin embargo todos  comentábamos.--- ¡¡ Fó, como jiede!!---
                                Salimos de las ruinas hacia  la sacristía para ir de nuevo el campanario a dar el tercer toque a misa, pero a pesar de alejarnos del lugar, el mal olor no desaparecía. Nos mirábamos unos a otros con acusación de que alguno se había tirado un pestoso “gufo” pero todos lo negábamos mientras el mal olor persistía ,hasta que uno de nosotros se percató de una gran mancha  en mi espalda que adornaba mi sotana   desprendiendo el “jediondo” tufo como consecuencia de una buena parte de la mierda que, con la potencia del “foguete, traspasó  la altura de la tapia alcanzándome de lleno. Entre las risas de  los compañeros me hicieron una primera limpieza eliminando lo más  que se podía, que no era mucho.  Me quité la sotana y con ella en la mano atravesé rápidamente la sacristía  hacia la iglesia y entré en el baptisterio,  y en la pila del bautismo, cogí agua bendita y con el pañuelo, fui limpiando lo mejor que pude la sotana, dejándola algo menos apestada, pero muy bendecida.
                                 Después del toque de campanas en la tercera llamada a misa , volví a la sacristía poniéndome el roquete blanco rápidamente para que no se viese la espalda mojada de la sotana. La mancha ya no era visible, pero el olor, aunque más tenue, iba dejando un rastro maloliente  a mi paso,  no se notaba por un momento, pero al alargarse mi presencia, acababa por salir a flote los apestados efluvios.
                                  Durante la Misa, tanto mis hermanos como el cura,   hacían muecas  de  oler algo  “raro” y   hasta llegaron a  preguntarme por lo “bajini” si me había “peido”, cosa que negué rotundamente, mientras entre ellos, se culpaban en silencio de  quien podía haber sido. Para mis adentros, me reía de la situación y empezó a gustarme la idea de  ir creando la apestosa duda  acercándome a grupos de hombres, chicas , niños, etc. y al rato de estar cerca, no oía otra cosa  que …--¡¡”Fóóó,  jediondo, ya te has “gufao”!!,  --- ¡¡Mi madre, que peste!! , ¡¡Ay miría, yo no he sido….!!  y cosas por el estilo, mientras mis amigos y yo, nos partíamos de risa viendo como se culpaban unos a otros.
                                 Durante la procesión, lo sentía por el  pobre Apóstol, pues en vez de estar perfumado por el  incienso, iba con la nariz arrugada  por mi  mal olor pero….., en el fondo, con una benevolente sonrisa,  iría pensando….¡¡Cosas de monaguillos!!.

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