A cada vivienda que llamábamos a la puerta, saludábamos con una frase de bienvenida. Unas veces decíamos --“La paz del Señor” o “La Paz de Dios”----- alternándola con ---“Ave María Purísima”….. , que no siempre era contestada por quien abría la puerta. Después de dar a besar el crucifijo, lo limpiaba con un paño y acto seguido, iniciábamos la bendición de la casa con una frase que no era una jaculatoria sino una especie de “sortilegio”.
Con el hisopo lleno de agua bendita, ibas pasando por cada habitación que la anfitriona, nos indicaba, mientras, con cuatro golpes de hisopo ibas haciendo la señal de la Cruz rociándola con el agua, cada vez que hacías la bendición, mientras repetías,–“¡Que salga lo malo y entre lo bueno!”¡ Que salga lo malo y entre lo bueno! con cierta entonación a modo de cantinela . Después de bendecir la casa , antes de salir a la calle, según las posibilidades de cada familia, te echaban unas monedas dentro del acetre. Abundaba la “perra” gorda y con frecuencia, una “perra” chica; de tanto en tanto, caía un “real” (25 céntimos), alguna que otra peseta y muy, pero muy rara vez, llegaba a una moneda de 2,50 pesetas. En algunas casas, además, nos solían dar “ Jigos pasaos “, frutas, pasas, y alguna que otra cosa comestible que guardábamos en una bolsa y le metíamos mano, de vez en cuando.
Con el hisopo lleno de agua bendita, ibas pasando por cada habitación que la anfitriona, nos indicaba, mientras, con cuatro golpes de hisopo ibas haciendo la señal de la Cruz rociándola con el agua, cada vez que hacías la bendición, mientras repetías,–“¡Que salga lo malo y entre lo bueno!”¡ Que salga lo malo y entre lo bueno! con cierta entonación a modo de cantinela . Después de bendecir la casa , antes de salir a la calle, según las posibilidades de cada familia, te echaban unas monedas dentro del acetre. Abundaba la “perra” gorda y con frecuencia, una “perra” chica; de tanto en tanto, caía un “real” (25 céntimos), alguna que otra peseta y muy, pero muy rara vez, llegaba a una moneda de 2,50 pesetas. En algunas casas, además, nos solían dar “ Jigos pasaos “, frutas, pasas, y alguna que otra cosa comestible que guardábamos en una bolsa y le metíamos mano, de vez en cuando.
Durante el recorrido, nos intercambiábamos las funciones, una calle, mi hermano, hacía las bendiciones y yo llevaba la cruz y recogía los comestibles y en otras, lo
hacíamos a la inversa. A medio día interrumpíamos el recorrido, no solo porque era la hora de comer, sino porque prácticamente nos quedábamos sin agua bendita y había que reponerla. Volvíamos a la iglesia vaciando todo el dinero del recipiente del agua, que nunca era gran cosa, y de ello nos daba el cura , 1 peseta y media para cada uno, con lo que salíamos tan contentos como si llevásemos una pequeña fortuna, dándonos también, una pequeña parte de los comestibles recogidos, quedándonos solos, los “higos pasaos”.
Calle por calle y casa a casa, recorríamos todo el pueblo hasta ya muy entrada la noche dejando pocos lugares por visitar, regresando a la iglesia cansados de tanto entrar y salir, con el hisopo seco, el acetre con bastantes monedas y la bolsa surtida de higos y otras viandas que don Ignacio contaba y administraba según su criterio . A nosotros nos daba dos o tres pesetas a cada uno y nos íbamos a casa no sin antes pasar por el carrito de Carmita, en el banco de arriba de la plaza, gastándonos media peseta entre orejones, regalí y unos caramelos “Jumbo o Dumbo” de “café y leche” cuyo envoltorio eran estampitas de la vuelta ciclista a España, que coleccionábamos en un álbum. El resto, lo guardábamos en una alcancía para gastarlas en turrón, ruletas, petardos y rifas, durante las próximas fiestas de San Andrés.
Llegábamos a casa hechos “fiscos”, nos bañábamos y casi ni cenábamos por estar hartos de tantos “Jigos” y otras chucherías. Caíamos en la cama rendidos pero con una gran satisfacción de haber cumplido con una tradición muy arraigada en nuestro pueblo .
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