El miércoles de ceniza comenzaba la cuaresma con la imposición de la ceniza en la frente por parte del sacerdote. Mientras hacía con ella la señal de la cruz, decía: – “Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás.” ---
Era costumbre, durante la cuaresma, en todas las iglesias españolas, cubrir con crespones negros o morados, todas la imágenes y durante ese periodo penitencial preparativo a la Semana Santa, los miércoles y viernes, se hacía ayuno y abstinencia. El ayuno consistía en hacer solo una comida abundante al día, y por la noche, “colación”, es decir, una cena muy frugal. y la abstinencia, prohibía comer carne o caldo de carne. Solo los mayores, enfermos y niños menores de catorce años, estaban exentos de estos preceptos…..bueno…, y todos aquellos que tenían medios para comprar la bula que el Vaticano publicaba y por unas cuantas pesetas, permitía pasar por alto los ayunos y abstinencias.
En aquellos años guardar la abstinencia no era demasiado difícil, pues comer carne no era muy asequible para muchas familias y en San Andrés, pueblo pescador por excelencia, teníamos magníficos sustitutivos: las viejas, chernes, bogas, chicharros, sardinas , tollos, etc,… con un buen mojo picón y una “pella” de gofio amasado, después de un buen potaje de berros o de “garbanzas,” ¡ya podían venir cuaresmas!
Con la bendición de las palmas, el Domingo de Ramos, se iniciaba la Semana Santa y hasta el Miércoles Santo, el uso de las campanas era como siempre, pero a partir del Jueves Santo, desde el momento del “ Gloria”, todos las campanas de España se quedaban mudas, según una tradición muy antigua cuyo significado era guardar luto por la muerte de Jesús. Desde ese momento, todos los actos o rituales donde se hacía uso de las campanas o campanillas, eran sustituidos por el sonido producido por un artilugio consistente en una gruesa madera con un asidero, que llevaba una especie de aldabas de grandes cajones que el hacerla girar, a derecha e izquierda, producía un estruendoso y estridente claqueteo, audible en buena parte del pueblo. Este ruidoso artilugio es…. ¡¡La Matraca!! que hasta incluso es proverbial:”¡No me des más la matraca”!,¡Y dale con la matraca!....etc..
Durante los días de silencio de las alegres campanas, las convocatorias a los filigreses para la asistencia a Misa y los Oficios se hacía a través de la matraca. Cada cuarto de hora aproximadamente antes de iniciar el acto a celebrar, salía al inicio de la calle Jeta matraca en ristre y con un enérgico movimiento de la muñeca a derecha e izquierda, hacia golpear los hierros contra unos salientes, también metálicos, que al chocar producían el característico ¡traca, traca, traca, traca…! Mientras, voz en grito, advertía con cierto sonsonete, ¡¡Primeeera!! Bajaba hasta mitad de la calle, a la altura de la tienda de Avelino, repitiendo la misma llamada. Por el callejón que comunicaba calle Jeta con la Calle Belza , pasaba a esta y repetía de nuevo el aviso , subiendo después hasta el inicio de la la calle Sacramento, justo en la puerta de la barbería ,y asi, al resto de las calles que convergían con la plaza de la iglesia ¡traca, traca…..!sin parar. Cuando acababa el recorrido del primer aviso, ya había pasado un lapsus suficiente para iniciar la segunda llamada volviendo a repetir todo el proceso . ¡Traca, traca, traca, traca,……! sin cesar, sobre el grito de ¡¡Seguuuunda!! ……… Minutos antes de empezar la misa regresaba a la iglesia después del último recorrido del toque de matraca, traca, traca,… y el grito de ¡¡Terceeeera!!........ ¡ Me encantaba esta manera de de llamar a misa!
Al sonido de la matraca y al anuncio vocal , todos los habitantes del pueblo calculaban el tiempo que faltaba para el comienzo del acto religioso, apresurándose o relajándose, según el número de llamadas oídas, para acudir a tiempo a la iglesia.
El silencio de las campanas se rompía en el momento que en la Misa del Sábado, el sacerdote daba el anuncio de la Resurrección del Señor iniciando el canto de –¡”Gloria in excelsis Deo”! Ese momento era muy emocionante porque, al únísono, las campanas de todas las iglesias repicaban alegremente y en el interior del templo las campanillas en la misa, con su alegre tintineo, exaltaba el momento , junto al órgano y el coro que cantaban con gran solemnidad —“Et in terra pax hominibus bone voluntatis…..” la continuación del “Gloria” iniciada por el sacerdote oficiante. Todos los crespones negros y morados desaparecían dejando al descubierto de nuevo, las imágenes que durante la cuaresma habían estado ocultas-.
Campanas y campanillas recuperada su voz, continuaban durante el resto del año, hasta la próxima Semana Santa, avisando a los filigreses con su metálico sonido, para acudir al templo, cantando,en alegre revoloteo en las fiestas y llorando, tristemente en los duelos.
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