No sé exactamente a qué edad empecé a ir a la escuela, calculo que a los seis años, pero sí cuál fue la primera de las varias que asistí a lo largo de mi época de estudiante. La primera escuela es…… como el primer amor, el primer beso, la primera comunión, la primera experiencia sexual, la primera….. Es el primer acto de integración en una colectividad cívica del mundo, muy importante en la vida social del hombre y el inicio para el conocimiento de las bases que sustentará el desarrollo de la futura cultura personal de un individuo. Como todo lo que se hace por primera vez y mas, a temprana edad, queda fijado en la mente como un sello indeleble que te acompaña a lo largo de toda tu vida.
Yo entré en contacto con el abecedario y los primeros garabatos de la escritura en una escuela particular situada en la casa, donde vivía el cura don Ignacio. Formaba parte de la iglesia y se comunicaba interiormente a través de una habitación, que recuerdo, estaba llena de trastos de la iglesia; bancos rotos, sillas en igual estado, maderas varias, incluso había algunas imágenes que solo tenían la cabeza y las manos, siendo el resto, un armazón de madera que se vestían con sus túnicas en caso de procesión o exposición.
Cuando entrabas en el cuarto, generalmente oscuro, me producía cierto temor por el juego de luces y sombras producido por algunos rayos de sol que penetraban a través de las rendijas de un ventanuco que daba a una de las terrazas de la entrada lateral de la iglesia, haciendo destacar, en la penumbra, las siluetas de las imágenes como si fueran figuras fantasmagóricas.
Aunque la casa era del cura, allí vivía una amplia familia formada por el matrimonio Sr. Domingo “ el Guardia” porque era guardia municipal , su esposa Sra. Rosario; la hija mayor que le decían “La Nena” ,estaba licenciada en Filosofía y Letras y daba clases particulares a chicos y chicas en su casa, otra hija llamada Aguedita, de la que destacaba una peca verrugosa en el mentón que mas que afearla, le daba un aire “interesante” y la hija más pequeña Silveria, pero ya casada y con una pequeña hija Mª Rosario, a la que también llamaban “Nena”. Por cierto,” hermana de leche”, como se decía entonces, de mi sobrino Toñín pues mi cuñada Ángela amamantaba a los dos a la vez. Vivian también en la familia, dos niños huérfanos de un hijo muerto en la guerra, Domingo, ya con unos quince años aproximadamente y Oriol, de la misma edad de mi hermano Andrés y buenos amigos, unos tres años mayor que yo.
“La Nena” daba las clases a los mayores y era Aguedita la que se dedicaba a la enseñanza de las primeras letras, para ello, disponíamos de una cartilla (“Rayas”) y de una pizarra, dónde se escribía con un pizarrín. Las escrituras se borraban con un trapo húmedo que se ataba con un cordel a un agujero de la madera que enmarcaba la pizarra, ahorrándose el consumo de cuadernos, aunque se usaba uno, con doble renglón para ir encarrilando la escritura.
La clase se daba en una habitación a la derecha de la entrada a la casa y creo recordar que había una mesa grande con unos bancos sin respaldo y en la pared frontal una pizarra grande. Lo que no recuerdo cuantos alunnos éramos, salvo mi hermano y Oriol,no recuerdo a nadie mas.
En el descanso que haciamos como recreo, nos ibamos a la parte trasera de la casa donde habia un gran terreno amurallado que llegaba hasta la carretera que iba a Taganana. Allí jugábamos en aquel terreno, donde aun se encontraba algún vestigio de que había sido el antiguo cementerio del pueblo. Recuerdo una especie de pasillo que subia un trozo del solar, cubierto con una pérgola donde se enredaba una planta trepadora que tambien formaba parte del pasillo exterior trasero que recorria la casa.
Pero de todo este tiempo de mis primeros aprendizajes, hay tres momentos que tengo bien grabados.
Una tarde mi hermano Andrés, que ya llevaba tiempo dando “lecciones de memoria” como se decía entonces, y yo estábamos haciendo los deberes en casa., Mientras él estudiaba la lección que debia saber para el día siguiente y yo escribia una plana de la cartilla en el cuaderno de dos rayas, la radio estaba funcionando y en la emisora Radio Ciub Tenerife emitia un programa de chistes y ocurrencias graciosas y entre ellas, el locutor hizo una pregunta a un colaborador del programa humorístico.----“A ver listillo, ¿En cuántas partes se divide el cuerpo humano? ---- “Muy fácil”--- contestó el humorista con voz infantil . ---“Pués…. Trés”.---- ”¡ Muy bién! Y ¿Cuáles son?--- Pregunta de nuevo el locutor.--- A lo que contesta el supuesto niño de forma cantarina ----“ ¡Chaleco, chaqueta y pantalón! “ provocando las risas de los oyentes.Nosotros también nos reimos y continuamos con nuestros quehaceres mientras la radio,de las escasas que entonces habia en el pueblo,continuaba su programación.
Cada día entrábamos a clase a las 10 y en la gran mesa única, los mayores se colocaban al principio de la pared del fondo donde estaba la pizarra y a la cabeza de la mesa se sentaba la Nena en su silla con sus alumnos próximos a ella. Se dejaba un espacio vacio y después veniamos los pequeños, y en el otro extremo de la mesa en su silla, se sentaba Aguedita que se hacia cargo de nosotros, en total seriamos 8 ó 10 alumnos.
Aquella mañana , como siempre, la clase transcurria con normalidad. Cada uno con sus tareas correspondientes mientras iba pasando el tiempo hasta llegar el momento que, Nena, tomaba la lección a los alumnos mayores. Nena abrió la enciclopedia por la página correspondiente a la lección de Ciencia que correspondia y dijo: ---“El cuerpo humano….. Oriol, ¿en cuantas partes se divide el cuerpo humano?”--- Oriol respondió mas pronto que tarde --- ¡Trés! --- Nena dirigiéndose a mi hermano ----“ A ver Andrés, ¿y cuales son?”----- y mi hermano, no sé si porque estaba distraido o impactado por lo que habia escuchado en la radio mientras estudiaba la misma lección, muy seguro de si mismo e impertérrito soltó ---- “¡¡Chaleco,chaqueta y pantalón!!”---- ¿Cómo? Preguntó la maestra entre sorprendida y enfadada ---¡Dilo otra vez! --- Y el incauto Andrés repitió con la misma convinción. ----“ ¡¡Chaleco, chaqueta y pan….!!” ,¡¡¡AY!!! ----No había terminado la repuesta, cuando sintió un fuerte dolor en la cabeza que casi le hizo saltar las lágrimas como consecuencia del fuerte impacto del reglazo que le propinó Nena. El resto de la clase, que al principio no pudimos contener las risas, quedamos en silencio mientras mi pobre hermano se debatia entre el dolor y la justificación de que todo habia sido una broma…….. La clase continuó con las risitas de todos y el mosqueo de mi hermano.
Pero…… La cosa no terminó aquí. Ya estaba a `punto de terminar la clase, cuando Aguedita, aprovechando la coyuntura del aprendizaje del cuerpo humano, nos hizo repetir a los pequeños las partes del cuerpo humano: la cabeza, tronco, extremidades, corazón ,”estógamo,….” ----“¿Como, estógamo? “---dijo Aguedita muy sorprendida. ---- “Nooo,… se dice ¡estómago!. Dilo otra vez.”----. Y yo contesto ----“¡estógamo! “--- “Que no, que se dice ¡estómago! Otra vez,… es- tó- ma- go “----- Y yo dale con ¡estógamo! . A los otros niños que lo habian dicho correctamente, les dió permiso para que se fueran, mientras que a mí me retendría en la clase hasta que no dijera ¡estómago! como Dios manda . Y yo volvía una y otra vez a decir “estógamo” . Aguedita, pacientemente, me deletreaba la palabreja y yo la repetía correctamente ---e – s – t – ó –m –a – g – o pero al decirlo de corrido, me salía “¡estógamo!” No sé cuantos intentos hice inutilmente, pues cada vez, estaba mas nervioso y casi lloriqueaba , hasta que ¡por fin! salió de mis temblorosos labios la fatídica palabra “¡¡¡ESTÓMAGO!!!.”. La repeti seguidamente con euforia y alborozo un montón de veces “¡¡ estómago, estómago, estómago,…..…!! “ y salí corriendo a la calle dando saltos de alegria como pocas veces lo he hecho en mi vida . En recuerdo de aquel mal rato,siempre que he de nombrar el dichoso órgano digo---¡¡Estógamo!!--- Aunque se decirlo, desde entonces, perfectamente. Pero ese día los hermanos Torti, se cubrieron de gloria.
El otro momento fué aún más doloroso. Ya sabia leer y escribir correctamente y llegó el momento de iniciarme en estudiar de memoria los primeras lecciones de las distintas materia que compone la enseñanza elemental: Geografía, Gramática, Aritmética, etc…
Del libro de primer grado heredado de mi hermano, Aguedita, me puso la primera lección que tenia que llevar aprendida para el siguiente día. Llegué a casa muy contento porque era un paso importante para entrar en el mundo de los conocimientos.
Después de merendar me senté en el patinejo que tenia mi casa y mientras merendaba, de las miguitas del pan que caian, acudían hormigas que diligentemente se las llevaban a su hormiguero. Me gustaba ver como una sola hormiga que encontraba una miguita, avisaba a las otras y en un momento venian un montón de ellas a recoger todo lo que caia llevándoselas en perfecta fila hasta su hormiguero. A veces le ponía algún obstáculo, pero ellas lo salvaban con tesón y la ayuda de otras compañeras. Me gustaba ponerles alguna mosca que cazaba con la mano cuando estaban posadas y a pesar de ser muy superior de tamaño y peso, una sola hormiga, la arrastraba penosamente en espera de ayuda.
Con el libro abierto por la lección que me tenia que aprender, empecé a leerlo y pronto me di cuenta de la dificultad de memorizarlo. Lei la primera definición cuatro o cinco veces y cuando queria repetirlo de memoria, no conseguia hilvanar tres palabras consecutivas. Ante la resistencia a retener la definicion por falta de costumbre a memorizar, fui acogiendo un sentimiento de rechazo a dar lecciones de memoria. Comencé a quejarme y repetir que yo era muy pequeño para este paso y no queria estudiar.
Mi padre, pacientemente, me daba ánimos a continuar y hasta trató de explicarme un método que me facilitara el aprendizaje. Yo me enfrascaba de nuevo pero sin concentración en lo que leia, distraido con las hormigas y deseando salir a jugar a la calle como hasta entonces hacia. De nuevo protesté y comencé a llorisquear de que yo no servia para eso, que era muy pequeño,que no queria y no queria. Mi padre severamente sentenció----“ Hasta que no te aprendas la lección,no saldrás a la calle”--- Aquello desencadenó una llantina descomunal mientras, entre sollozos, gritaba : --- ¡No quiero estudiar,…. soy muy pequeño,…. no,…. no sé!--- mientras pataleaba en el suelo con una fuerte rabieta de niño malcriado y como final, estampando el libro contra la pared. Este gesto acabó exasperando a mi padre, que quitándose la correa , me propinó dos buenos correazos a la vez que proferia --¡A estudiar la lección y el domingo sin cine!---…..Fué la primera y única vez que mi padre me castigó tan severmente, pero creo que me lo gané a pulso por mi obstinada y maleducada pataleta de niño mimado. Ese día aprendí no solo mi primera leccion de memoria, sino dos importantes lecciones más: ¡Nada se consigue sin esfuerzo! Y… “Una “polvasa” a tiempo,vale más que cien victorias”.
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